lunes, 27 de julio de 2009

LOS THUGS

LOS THUGS
A lo largo de la historia, muchas han sido las sectas que han proliferado por el mundo ofreciendo a sus adeptos un modo nuevo de afirmación o conquista de poder. La gente ha buscado siempre en ellas una forma de sentirse plena, donde un conocimiento ajeno a cualquier escuela convencional fuese la base principal de sus enseñanzas. La disciplina, el saber oculto y el sentido de identidad, son sus pilares fundamentales. No obstante, también las ha habido cuyo requisito prioritario ha sido la violencia y el asesinato amparado bajo la bandera del rito y la religión; este es el caso de los Thugs, una sociedad secreta india, que, veneradores de la diosa Kali, causaron verdaderos estragos en la India colonial, asesinando y mutilando a todo aquel imprudente viajero que se cruzaba en su camino.
A principios del siglo XIX, antes de la revuelta de los Cipayos, William Sleeman, oficial británico destinado en la India, recibió la visita de varios indígenas denunciando la misteriosa desaparición de familiares y amigos. En el lado inglés, también las caravanas de los colonos, transportando sus cosechas, se esfumaban sin dejar rastro con los porteadores incluidos. Por aquel entonces, la India estaba gobernada por la Compañía de las Indias Orientales y sus responsables eran todos ellos originarios de Gran Bretaña, sin que por ello mantuvieran mucha relación con los órganos del gobierno inglés. La Compañía se beneficiaba de las fabulosas ganancias de la India y sus fines eran meramente comerciales y financieros. El General Mayor sir William Sleeman era un oficial de la Compañía del Este de la India cuando estas desapariciones comenzaron a alarmar al pueblo indio y a los recién instaurados ingleses. Decidido a descubrir el motivo de semejantes desvanecimientos, comenzó una investigación que le llevó al desenmascaramiento de la secta más destructiva y misteriosa que jamás haya pisado la tierra.
Los Thugs, eran una extraña comunidad de musulmanes que veneraban (contradictoriamente) a la divinidad hindú de la muerte y la destrucción, Kali. Según ellos, esta diosa les había encomendado la misión de eliminar a los demonios que amenazaban la tierra. Sin que hoy lleguemos a saber muy bien cómo, los Thugs confundieron a los viajeros con los demonios y desde entonces comenzó una ola de asesinatos que duró desde la Edad Media hasta bien entrado el siglo XIX. Todos los años, durante las peregrinaciones, miles de personas eran asesinadas en el tránsito por los caminos de la India creyéndose, en la mayoría de las ocasiones, que estas desapariciones eran debidas al ataque de tigres o bandidos, la mordedura de alguna cobra o incluso el cólera. La India era muy grande y peligrosa en aquellos años y nadie se preocupaba demasiado en investigar estos hechos, además de que muchas desapariciones no llegaban a conocerse hasta pasados varios años; tal era la discreción con la actuaban los Thugs.
Los Thugs recibían también el sobrenombre de Phansigars (lazo en indio) porque asesinaban a sus víctimas mediante el estrangulamiento. Para ello utilizaban un pañuelo o turbante llamado rumal que casi siempre llevaban atado a la cintura. Los Thugs usaban este sistema para sus crímenes porque Kali, creían, no deseaba derramamiento de sangre. Su procedimiento para matar consistía en lo siguiente: uno o varios miembros de la banda (los sotas o engañadores) trababan amistad con los peregrinos o el jefe de una caravana y les acompañaban en su procesión; si consideraban que eran víctimas propicias, iban dejando pequeñas indicaciones en el camino para que el resto de los compinches supieran la ruta seguida. Una vez escogido el momento adecuado, la partida de sectarios asaltaba la caravana y con su rumal asfixiaban a los confiados viajantes. Tras el asesinato, los cuerpos eran desfigurados y abiertos en canal (en honor a Kali y para que los cadáveres no fueran identificados) y seguidamente enterrados en fosas o pozos con la ayuda de sus piquetas sagradas. El asunto, no obstante, no quedaba ahí: después de esta sangrienta matanza, daban comienzo a un ritual, llamado Tuponee, en el que todos los integrantes de la partida danzaban sobre las tumbas de los muertos en homenaje a su inspiradora. Sobre el suelo, y después de levantar una tienda, extendían un manto en el que sentaban el jefe y los estranguladores más veteranos, y cerca de ellos hacían lo propio, formando círculo, los menos experimentados o de categoría inferior. A continuación, el cabecilla depositaba sobre el manto la piqueta sagrada, un cuenco de plata como ofrecimiento a Kali y una suerte de azúcar sacro, llamado goor, que era vertido en un agujero practicado en la tierra, al tiempo que todos recitaban unas oraciones a la divinidad. Seguidamente, se derramaba agua sagrada sobre la piqueta y el hoyo que contenía el goor, mientras los demás no dejaban de recitar sus plegarias. El jefe repartía entonces el goor a aquellos que habían realizado el mejor trabajo y si este don divino recaía sobre un recién iniciado, significaba que debía ser el próximo en encontrar a la víctima para su estrangulamiento.
El oficial William Sleeman fue el único hombre que consiguió descubrir y desarticular a esta banda de estranguladores Thugs. El gobierno británico concedió el perdón a aquellos Thugs que les sirvieron de informadores y otros muchos fueron desterrados o encarcelados una vez sometidos a juicio. De los 3689 arrestados en 1840, sólo 466 fueron ahorcados. Más de un millón de personas murieron a manos de la secta, sólo en el siglo XIX. Se dice que uno sólo de los Thugs llegó a asesinar hasta a 700 personas con la sola ayuda de su rumal. Con el mejoramiento de las comunicaciones en la India, esta secta llegó a desaparecer casi en su totalidad, aunque todavía los había que rendían culto a la diosa Kali. Sleeman fundó escuelas de artesanía en las cuales los Thugs y su descendencia aprendieron artes y oficios, convirtiéndose incluso en grandes tejedores de alfombras. La reina Victoria, puesta en conocimiento de estas habilidades, encargó una de estas alfombras que aún hoy puede verse en la sala de Waterloo en el castillo de Winsord.
Con el tiempo, la literatura y más tarde el cine se ocupó de mitificar a esta secta. El excelente relato de John Masters, llevado posteriormente a la gran pantalla, primero por la productora Hamer y después por Ismail Merchant, sin olvidar la segunda entrega de Indiana Jones, confirió a esta sociedad criminal un carácter de leyenda que nos ha llevado a no olvidar lo que de otro modo ya hubiésemos relegado al ostracismo. Sin embargo, lejos de los que muchos creen, los Thugs no han desaparecido del todo: a mediados de los años 90, en un periódico de tirada regional, encontré una pequeña nota de prensa cuyo titular era “sacrifican a un hombre a la diosa Kali en la India” y cuyo texto era el que sigue: “Un hombre de 40 años fue sacrificado a la diosa hindú de la muerte y la destrucción en el estado nororiental indio de Bihar la pasada semana, informó ayer la agencia estatal PTI. El sacrificio tuvo lugar en la población de Sirsi, a 60 kilómetros de Patna, la capital de Bihar, cuando Satyanarayan Singh se dirigía al mercado y fue abordado por un grupo de individuos que le dispararon a bocajarro. Posteriormente decapitaron a la víctima, se llevaron su cabeza y se la ofrecieron a la diosa Kali, la diosa Hindú de la muerte y la destrucción”.
William Sleeman dijo a sus compañeros tras el desmembramiento de la secta: “Si no hemos hecho nada más por la India, al menos hicimos este buen trabajo”. Quizá así fue, pero lo que es cierto es que a pesar de todos sus esfuerzos, la secta sigue palpitando todavía y la diosa Kali continúa reclamando para sí la vida de los inocentes.
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